EL PODER DE LA GRATITUD

El poder de la gratitud

“No apaguéis el espíritu”, les dice Pablo a los tesalonicenses. “Dad gracias en todo porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.”

Hay muchas cosas que me parecen muy interesantes de estas dos frases tan conocidas y sobre las que tanto se enseña, pero solo voy a comentar un par de ellas: la gratitud es una actitud en sintonía con el corazón de Dios y practicarla aviva el espíritu dentro de nosotros.

No sé si a vosotros os pasa como a mí. Cuando leo las palabras de Pablo, mi mente se pone a pensar en todas las cosas difíciles por las que se supone que tenemos que dar gracias y en lo imposible que me parece esa tarea. Luego, mi mente se pasea por los recuerdos de momentos en los que alguien, seguramente con toda su buena voluntad, intentó practicar la gratitud en medio de un evento trágico, pero sus palabras sonaron huecas y la intención de sus palabras no llegó a manifestar el fruto deseado. Esto es lo que pasa cuando usamos la boca para verbalizar un mensaje que realmente no es el que fluye del corazón. Decir “gracias a Dios” no es necesariamente practicar la gratitud.

Entonces, ¿qué es la gratitud?, ¿a qué se refiere ese dad gracias en todo?
Hace años que tomé la responsabilidad sobre mi fe y dejé de confiar en otros el privilegio de escuchar lo que el espíritu quiere decirme a mí personalmente. Es cierto que sigo prestando atención a lo que personas que considero referentes de confianza escuchan decir a Dios, pero para mi relación personal con Él solo le escucho a Él. Muchas veces estas conversaciones que tenemos Él y yo ocurren mientras voy caminando al instituto donde trabajo. Y muchas veces me habla a través de lo que me rodea. En una de esas mañanas me habló sobre el “dad gracias en todo”.

Estaba a punto de cruzar la calle justo por el paso de cebra, cuando un camión enorme se paró para darme paso. Un corazón engreído, que se cree con derechos y que exige que se le trate con deferencia, es incapaz de ver la magnitud de lo que pasó en aquel momento.

Sin embargo, los ojos de un corazón agradecido son capaces de reconocer la belleza del instante. Otro conductor podía haber sido más práctico y decidir no parar una máquina tan enorme sabiendo que volver a arrancar y coger la velocidad que llevaba le iba a llevar unos cuantos metros. Hubiera sido tan fácil como no hacer el gesto de ralentizar y cualquier peatón habría entendido el mensaje: “este no va a parar”. Pero no, este conductor decidió honrarme. Decidió cederme el paso. Decidió valorar mi tiempo, más que su propio tiempo. Mi corazón fue consciente de la realidad que me estaba rodeando en ese momento y vi profundidad en un gesto aparentemente tan pequeño. Mi corazón desbordó en gratitud. Mi boca no dijo nada, pero sonreí con todo mi ser a aquel camionero. Incluso llegué a pensar que mi cuerpo resplandecía.

Con esa experiencia creí entender que podía vivir en ese fluir. Creí entender que podía vivir valorando y apreciando todos y cada uno de los pequeños o grandes gestos que hace para ayudarme y prosperarme todo lo que me rodea, es decir, todo lo que Dios ha creado tanto en el mundo físico como en el mundo invisible. En cierto modo, mi corazón se alineó con el corazón de Dios y se puso a fluir desde un plano de existencia al que solemos llamar en Cristo. Desde esa realidad, todo lo que te rodea existe por, para y gracias a Cristo y entiendes que estás en sintonía con el corazón de Dios. Desde esa posición fluyes en gratitud.

La gratitud expande nuestro corazón y crea espacio para nuestro espíritu, que poco a poco empieza a ganar consciencia sobre lo presente que está Dios en todo lo que nos rodea. Robert Holden, psicólogo británico, lo explica de la siguiente manera: «Lo milagroso de la gratitud es que cambia tanto tu percepción, que llegas a transformar la realidad que te rodea.” 

Cada vez somos más los que queremos ver a Dios llenar la tierra de su presencia y por eso hemos hecho de la gratitud nuestro estilo de vida, desbordando nuestros corazones en acción de gracias para transformar la realidad que nos rodea.

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