Encuentro con un ángel y su mensaje

Encuentro con un ángel y su mensaje

Una vez tuve un encuentro con un ángel. En el momento no lo aprecié. Incluso lo critiqué mentalmente. Sin embargo después me di cuenta de que aquel ángel tenía un mensaje de parte de Dios para mí y creo que para muchos de nosotros.

En aquellos días me habían robado la tarjeta bancaria y me habían vaciado la cuenta corriente. Mi suegra se había ofrecido a ayudarnos y a prestarnos todo lo que necesitáramos, pero la idea de cogerle dinero hacía que me sintiera furiosa.

Estaba pensando en todo esto cuando vi a una anciana salir de una tienda con un carrito enorme, lleno hasta el borde. Me ofrecí a ayudarle aunque temía no tener suficiente fuerza para  poder tirar de semejante carrito.

Nuestra conversación fue la siguiente:

Anciana:- “Dios siempre me ayuda” “Yo no sé  si me envía ángeles o personas, pero Él siempre manda a alguien.”

Mi pensamiento: “Seguro que los ángeles no tienen nada mejor que hacer que tirar de su carrito.”

Anciana: -“Por ejemplo tú, no sé si tú eres ángel o persona.”

Mi pensamiento: ¿Tendrá demencia senil?

Yo:- “¿Se ha fijado bien en mí? ¿No ve que no tengo pinta de ángel? 

La señora, muy desconcertada por este comentario añadió: -“Pero si los ángeles cuando se hacen visibles son indistinguibles para los humanos”. Hizo esta afirmación como si se tratara de una verdad universal que todos teníamos que conocer.

Mi pensamiento: – “Aquí tiene un punto, porque la palabra dice: Algunos sin saberlo albergaron ángeles”

La anciana siguió hablando de la provisión de Dios y de cómo Él cuida a los suyos y yo seguía poniendo citas bíblicas a todo,  sintiéndome orgullosa por ser capaz de hacerlo y  repitiéndole sin cesar que yo ya  sabía todo eso  porque era creyente.

La anciana se volvió hacia mí mirándome fijamente y dijo:

«Ya sé que lo sabes, pero ¿lo crees?»

Sentí que esa pregunta era Dios mismo quien me la hacía. Toda mi prepotencia se desvaneció y tuve que reconocer que en medio de toda aquella angustia  no me había parado a pensar y mucho menos a creer que todos esos versículos que me sabía de memoria se aplicaban a esta situación también. Comprendí que no estaba creyendo lo que sabía.

En ese momento  la anciana, sacando una moneda de 100 pesetas, dijo: “Ya hemos llegado y quiero darte algo como agradecimiento por tu ayuda”.

Me sentí muy molesta. Le contesté que no lo iba a aceptar de ninguna manera y que lo había hecho con mucho gusto.

Ella me cogió la mano y mirándome a los ojos otra vez me dijo:

«Tá sabes dar pero no recibir, tienes que aprender a recibir también.» y puso la moneda en mi mano.

No pude rebatir nada porque sabía que tenía razón.  

Cuando cogí la moneda me sentí eufórica, con la absoluta certeza de que Dios cuidaba de mí. Todo el peso que sentía  unos minutos antes se había  desvanecido misteriosamente.

Cuando llegué a casa, mi suegra había ingresado en nuestra cuenta la misma cantidad que me habían robado. Quiso que fuera un regalo, no  un préstamo . Un año después vi “por casualidad” en un periodico cómo reclamar al banco el dinero que te roban usando una tarjeta, seguí todos los pasos y me devolvieron casi todo el dinero.

Sí Dios envió  un ángel para que me diera cuenta de que no es lo mismo “saber”una cosa que vivirla es porque debe ser muy  importante que le conozcamos “por experiencia” con el corazón. 

Todos  nosotros, los que nos llamamos creyentes , vamos a tener que elegir entre  confiar en Dios por encima de lo que nos gritan nuestras circunstancias,  o por el contrario dejarnos arrastrar por nuestros sentimientos y llegar a la conclusión de que  Dios ya no se quiere involucrar en nuestra vidas.

 Aquí juegan un papel muy importante las mentiras que tenemos arraigadas en nuestra mente la culpa (Dios me castiga por mi pecado) y o la vergüenza (no soy digno de que  Dios  me tome en cuenta) y las dos pueden ir disfrazadas de humildad por lo que no somos conscientes de que nuestros pensamientos no están alineados con el corazón de Dios y hace que creamos la mentira de que vivimos lejos de Él.

¿Quién nos separará del amor de Cristo?  ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?…..ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios..

(Romanos 8:35 y 39)

Lo sabemos pero… ¿Lo creemos?

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