Nunca me hubiera definido como una persona religiosa, aunque estoy convencida de que los que me conocen bien no tendrían problemas en usar esa palabra para etiquetar aquella etapa de mi vida.

Estaba convencida de que, si tenía una relación personal con Jesús, hablando con Él y escuchando su voz, y leía la biblia con regularidad, estaba a salvo de vivir bajo el yugo de la religión. 

El encuentro con la espada chocó contra mis paradigmas sobre Dios y su palabra, creando la primera grieta en mi mente. Por primera vez, me cuestioné si mi fe era tan libre (de religión) como yo había asumido.

Lo que vino después jamás lo habría imaginado. De no ser porque Jesús me llevó de la mano, creo que no habría sido capaz de sobrevivir el proceso largo, doloroso y solitario, para el que en aquel entonces ni siquiera tenía nombre, pero que hoy por hoy definiría como:

La deconstrucción de una mentalidad religiosa

Cuando identifiqué el objeto luminoso y alargado como la espada victoriosa del Señor (Deut 33:29) y el espíritu me llevó al libro de Génesis para leer la primera aparición en la biblia de esa espada, me llevé una gran sorpresa. En Gen 3:24 no dice nada de ningún ángel sujetando la espada y guardando el camino de acceso al Árbol de la Vida. La espada gira sobre sí misma sin que nadie la agarre y, sin embargo, en mi mente, estaba segura de haber escuchado que un ángel blandía la espada. De hecho, estaba convencida de que lo había leído. En todas las imágenes de mi mente sobre esta espada había un ángel agarrándola… Ahí es cuando me di cuenta de que había estado leyendo la biblia a través de un filtro que había distorsionado el mensaje.

¿Qué otras cosas había entendido mal por leer a través de mis filtros?

(en este enlace puedes leer el artículo donde cuento otra de las mentiras que identifiqué en ese tiempo: hay luz dentro del túnel )

Dispuesta a dejar que el espíritu me guiara a identificar otros pasajes en los que mi filtro había alterado el mensaje y poder así deconstruir los conceptos falsos en los que había edificado mi fe, me propuse leer la biblia de una forma diferente. Decidí leer, sobre todo el Antiguo Testamento, ignorando lo que creía haber entendido en el pasado y abriéndome a lo que Dios me quisiera decir.

El espíritu me estaba llevando a derribar para volver a edificar con cimientos más profundos.

El libro de Génesis me cautivó y recuerdo con ilusión todas las horas que pasé investigando sobre cosas que me llamaron la atención, entre ellas sin duda alguna la historia de Noé y la perfección en sus generaciones (Gen 6:9). Así es como aprendí que el mensaje del evangelio está intrínsecamente relacionado con el ADN del ser humano y con el propósito que Dios tiene para la humanidad de recuperar nuestra identidad como hijos (Isaías 58:12-13).

Hasta hace un par de años sentía bastante dolor por el tiempo invertido en una forma religiosa de vivir, pero mi Padre, en su tono dulce habitual, me hizo entender que todo había sido parte de un proceso y que abrazar esa parte de mi viaje espiritual, sin juzgarla ni juzgarme, me iba a permitir seguir prosperando en mi camino de la fe.