
Las etapas de La Fe
(2ª parte)
las últimas etapas están menos definidas y dependen más de una experiencia personal.
Las tres primeras etapas: El Viaje Exterior
Las tres primeras etapas son externas, mientras que las tres últimas son internas.
En las tres primeras etapas, nuestra fe o nuestra espiritualidad toma su expresión en formas que son modeladas por estándares externos, puede ser la iglesia, un líder, un libro, un conjunto de principios… Las etapas 4-6 representan una difícil transformación personal que exige un proceso de redescubrimiento a un nivel diferente sobre lo que es la fe y la espiritualidad.
Etapa 1 “Es el descubrimiento y reconocimiento de Dios”. Esto puede pasar siendo joven o más adelante, a través de una experiencia religiosa o conversión. Esta conversión puede ser instantánea o ocurrir a lo largo de un periodo de tiempo.
La primera experiencia de Dios es maravillosa y refrescante.
Independientemente de nuestra edad, esta etapa se vive como si fueras un niño. Predomina la inocencia y la frescura, que casi nunca vuelve a ser así de intensa. Se puede comparar al estado de enamoramiento en una relación romántica.
Etapa 2 -Es un “tiempo de aprender y pertenecer”, que se suele llamar “la vida de discipulado”. Se centra en el aprendizaje dentro de una comunidad bajo la tutela de líderes o escritos. Se nos expone a conjuntos de ideas, sistemas de creencias o a un grupo de personas que nos muestran la luz y responden a nuestras preguntas. Es un gran alivio y nos da seguridad. También suple nuestras necesidades espirituales.
Etapa 3 -Es “la vida productiva” e involucra el servicio consciente a Dios a través de los dones propios. Las verdades aprendidas durante la etapa 3 se ponen en práctica.
La mayoría de los modelos de crecimiento evangélicos paran aquí. Esto implica que el punto culmen de la madurez cristiana es el servicio (casi siempre en el contexto de una iglesia o en beneficio de una iglesia). Los mas comprometidos sirven de forma profesional. Sin embargo, es obvio que cualquier persona puede llegar a esta etapa cargado de legalismo, inmadurez y dañado por dentro. El servicio cristiano no es el mejor indicador de madurez espiritual. “La vida productiva” es importante, pero no es el objetivo. Según el modelo que se plantea, la etapa 3 no es mas que la mitad del trayecto.
Las cuarta etapas: El Viaje Interior
Etapa 4 -Es “el viaje interior”, un trayecto profundo y muy personal que suele percibirse como de confusión, y que sin embargo resulta en una experiencia de sanidad profunda para los que lo recorren hasta el final. En esta etapa nuestras creencias previas sobre Dios cambian de forma radical. La experiencia puede llegar a ser tan intensa que se puede percibir como una pérdida de la fe o como una traición a nuestros principios.
En esta etapa nos enfrentamos a un cambio abrupto (con frecuencia) hacia el lado opuesto de lo que éramos antes. Es una etapa de cuestionarlo todo, de explorar, de derrumbamientos, dudas, de irse por las ramas, de hundirse en la falta de certezas, y de caer en el egoísmo. Para los que nos rodean esto se puede percibir como una pérdida de visión y de esperanza.
Esta recién encontrada incertidumbre se suele detonar por una crisis, es decir, el paso entre la etapa 3 y la 4 suele venir acompañado de algún tipo de crisis. Una crisis de fe, una crisis en la que muchas de las verdades y respuestas se han convertido en inservibles para la nueva situación. También puede ser una crisis en la que se sacuden los cimientos de las prácticas de la iglesia, que ya no so tan correctas como antes lo eran a nuestros ojos.
La crisis sacude nuestro sistema de creencias tan arraigado en nosotros, y nos deja vagando sin rumbo por un mar agitado. Nuestro concepto de Dios también se tambalea y solo tenemos más preguntas. Nuestro paradigma se derrumba y perdemos la seguridad ya que las respuestas que antes nos valían han perdido su relevancia.
¿Por qué es necesario pasar por una crisis para hacer la transición a esta etapa? La razón es simple: ¡nadie elegiría pasar por este trayecto por su propia voluntad!
La mayoría de nosotros nos encontramos seguros en la etapa anterior, no nos falta de nada dentro de lo que es la vida fructífera, ¿por qué cambiar? De hecho, la etapa 4 ni siquiera se percibe como una etapa en el camino de la fe por aquellos que están bien asentados y felices en la etapa 3. Por consiguiente, no sentimos atracción por hacer la transición a la etapa 4.
A nuestra aversión natural a pasar a la etapa 4 se unen los peligros que conlleva hacerlo. “A veces la persona, incapaz de sobrellevar el dolor y la incertidumbre, se aparta de Dios por completo”.
Hay una transición muy definida que tiene que atravesarse para pasar a la etapa 4: es la experiencia del “muro”. Es imposible saltar este muro o rodearlo. Solo se puede pasar a través de él. “La experiencia del muro es donde lo psicológico y lo espiritual convergen. Hasta este momento hemos podido ser religiosos, espirituales, fructíferos y aun así no estar sanados psicológicamente”.
En el Muro tenemos que enfrentarnos a la realidad. “El Muro nos invita a integrar nuestro ser con nuestra espiritualidad y esto significa hacer frente a nuestros demonios y a los de los demás. No es un proceso agradable…”
A la mayoría de los creyentes se nos ha enseñado a bailar alrededor del muro para luego volver a la etapa 3 cuanto antes mejor. La mayoría de los creyentes no saben qué hacer cuando otros se enfrentan al muro. Algunas de las pautas más comunes consisten en recomendar el último libro espiritual de moda, ir a un taller, conseguirse un compañero con el que rendir cuentas, o en algunos casos ir a sesiones de consejería para recuperar la “normalidad” lo antes posible.
Es solo cuando nos aceptamos a nosotros mismos y nos rendimos a la voluntad de Dios que podemos atravesar el Muro y alcanzar niveles más profundos de crecimiento espiritual. Debemos aceptarnos con nuestras heridas y nuestras imperfecciones. Tenemos que experimentar el amor y la aceptación de Dios de nuestras debilidades y humanidad. Y luego debemos rendirnos totalmente a Su voluntad, aun cuando permanezcamos en oscuridad.
Un ejemplo de la sanidad emocional que se adquiere en esta etapa es la transformación que ocurre al darnos cuenta de que ayudar a otros, protegerlos, las relaciones codependientes o la ayuda excesiva no son actividades de servicio altruista. Estas actuaciones suelen tener raíces enfermas y lo que hacen es camuflar una baja autoestima y un deseo de control.
A través de las dudas y de las dificultades aprendemos a conocer a Dios y a nosotros mismos mucho mejor.
Explicar esta etapa a otros que no han llegado a ella es muy complicado. Si están en la etapa 1 no se pueden imaginar una experiencia semejante. Si están en la etapa 2 lo percibirán como falta de fe. Los creyentes en la etapa 3 se preguntarán si hemos caído en apostasía. Es muy difícil que los que están en etapas anteriores reconozcan que la duda no es falta de fe, y que la duda es una manifestación de una fe muy sincera.
Las tres primeras etapas mantienen las iglesias funcionando. Son las que producen obreros, calienta bancos, dadores de ofrendas y diezmos y voluntarios que hacen que el ministerio continúe.
En el muro hay un lugar donde uno se siente asustado porque las cosas se derrumban. Lo que antes teníamos por seguro ya no está allí o ya no produce vida. No sentimos seguridad, ni energía en el sistema en el que antes habíamos puesto nuestro corazón, tiempo y recursos. La forma en la experimentábamos a Dios ya no parece funcionar o no con tanta intensidad. Hay muchas más preguntas que respuestas. Puede ser una etapa de mucha confusión, pero también muy gloriosa porque es la etapa en la que soltamos las cosas que nos daban protección pero que a su vez nos impedían experimentar una relación con Dios más rica y profunda.
Muchos observadores externos (“preocupados”) piensan que hemos sido engañados, hemos caído en herejía, perdido la fe, y creen que una vez superemos esta fase volveremos al redil.
El mayor desafío es no quedarse dando vueltas en la transición, usando el lenguaje, pero nunca atravesando el muro. Imitando las palabras, pero operando desde el sistema de la etapa 3.
El Viaje Hacia Fuera : Etapas quinta y sexta
Etapa 5 –Es el “viaje hacia fuera” en el que nuestro enfoque está en otros, pero de una forma nueva, desde una identidad sanada. En esta etapa rendimos nuestras vidas a la voluntad de Dios y dejamos que Él nos dirija, manteniendo los ojos abiertos, pero sin temor a las consecuencias. Poseemos una nueva confianza en el amor incondicional de Dios. Entendemos que Dios nos ama, aunque no estamos completos, nos ama en nuestra humanidad.”
Con recursos internos renovados, “nos aventuramos mas allá de nuestros propios intereses para darnos a otros”. Somos débiles, pero estamos completos. Conscientes de nuestras debilidades, pero confiados en que Dios hará lo que quiera a través de nosotros.
Estar completos puede tomar la apariencia de debilidad en esta etapa. Estar completos no nos hace mas fuertes, simplemente permite que Dios trabaje a través de nuestras debilidades. Estar completos significa que somos conscientes de nuestros fallos, pero sin dejar que nos impidan progresar… Dios nos puede usar en nuestra incapacidad, una verdad que fue muy dura de aceptar en la experiencia del Muro.
A los que están en otras etapas nuestra posición les puede parecer poco práctica, ineficaz y sin propósito. Con frecuencia se nos ve como desconectados de la realidad.
En la etapa 5 no estamos tan orientados a producir, ni a ver resultados o productos externos. Sin embargo, somos muy activos. Lo que ocurre es que tendemos a hacer cosas que escapan la mirada de otros, y nos movemos en el uno a uno. Ni nos damos cuenta de que otros no ven lo que hacemos. Este estilo puede crear confusión en los que están a nuestro alrededor porque les gustaría ver en nosotros líderes más tradicionales.
Etapa 6 -Es “la vida del amor” en la que el amor de Dios se manifiesta a través de nosotros de una manera mas clara y consistente de lo que pensábamos posible. Al perdernos a nosotros mismos, nos encontramos. La presencia de Dios se experimenta en todas nuestras relaciones.
Nuestros momentos de intimidad con Dios ocurren en tiempos de silencio o en diálogos en medio del día. No tenemos ambición de ser conocidos, ni de riquezas, ni de éxito, no tenemos objetivos, ni ambicionamos ser “espirituales”… estamos llenos del Espíritu, pero de una forma silenciosa, sin pretensiones. Amamos con compasión y demostramos el amor de Dios. Vivimos con menos y no nos importa hacer cosas de poca categoría.
En esta etapa sabemos que cuanto más tengamos de Dios, menos nos falta de todo lo demás. No es que renunciemos a lo material, pero sabemos vivir con menos, nos hemos desprendido de cosas y de personas.
Estamos llenos de sorpresas porque somos libres y estamos llenos de Dios, completos. Podemos hacer o decir cosas absurdas porque no tenemos temor a la muerte. Podemos voluntariamente dar nuestras vidas de forma material, física, mental y emocional al servicio a otros sin tener un sentimiento de pérdida.
Nuestra expresión de amor es sincera y no se basa en necesidad. Amamos sin necesitar que nos amen en respuesta. Amamos con compasión en una forma desprendida, sin apegos. No somos egocéntricos sino Cristocéntricos y excéntricos. Amamos a los demás, pero no para nuestro bien, sin tener en mente nuestro beneficio, sino su beneficio. Hemos destruido al falso ego, el que estaba arraigado en las posesiones, los éxitos y la aceptación humana, y hemos abrazado a nuestro verdadero yo, el yo que vive eternamente y totalmente amado por Dios.
Nos gustaría mucho
Poder ayudarte a interpretar tus sueños.
Escríbenos a: mandanostusueno@gmail.com
o rellena este pequeño formulario.


La comunión de los santos 1
La comunión de los santos 1ª parte La comunión de los santos es un dogma de la fe católica que la

El misterio de la paz
El misterio de la paz “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí